jueves, 21 de junio de 2007

Milicia

Se sentía invencible conduciendo ese carro de combate, sin muros ni obstáculos que pudieran detenerle. Recuerda la academia, las carreras con otros blindados, la euforia de sentirse tan vivo y fuerte. Pero nunca le enseñaron qué había que sentir cuando se tiene en frente, como ahora, a un hombre con sólo dos bolsas de plástico en las manos y un lazo azul en la solapa, al que se le unen en silencio otros hombres, y mujeres, y niños. No quiere mirar los rostros, por no reconocer a nadie. Recibe por radio la orden que no quería oír, y debe obedecer.

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